lunes, 18 de mayo de 2009

Raquel Rodríguez: Los colores de una sonrisa


Solo después de cruzar el umbral de la sala del Hospital, botón rojo sobre su nariz, cayó en la cuenta de lo que sucedía: acababa de fallecer uno de los niños que tenía en mente visitar. Se cerró, plúmbeo, un ambiente de aflicción entre camillas, aparatos de medición y mesas de medicinas. La madre se abrió al abrazo de Raquel y su dúo, Juan Carlos Zambrano. No hubo bromas esa mañana, sino un fuerte cordón de solidaridad.Empieza temprano los sábados, hace su calentamiento en la salita -un local del centro-. Como a eso de las 10:00 ya está en el Hospital.

Los “civiles” previamente han preparado a los chicos que, una vez que los payasos ponen pie en la sala y se distribuyen en corro alrededor de las camas numeradas, ubican su mirada, entre curiosa y extraña, en los recién llegados. No descubre pesadumbre en el ánimo ajeno sin creer su obligación paliarla a fuerza de sonrisas y compañía. Y su mirada penetra, le comunica una cómoda tibieza a sus interlocutores.

Muchos años atrás, cuando era candidata a una beca financiada por la Agencia Interamericana de Desarrollo y administrada por la Fundación Nuestros Jóvenes, se vio rodeada de actores profesionales y que tenían ya un espacio en el medio. Raquel llevaba el puesto de participación número 68. “Yo me dije primero que no pasaría porque había tanta gente conocida y talentosa, pero luego vi mi número, que coincidía con el de mi nacimiento: ¿sería que significaba algo?”. Ya se había despedido de sus compañeros, aunque con la promesa de mantener el contacto. Y al mes la llamaron para comunicarle que estaba entre los 20 elegidos por Guayaquil.

“Taller que hay, taller en que me meto”, suelta, sonrisa traviesa. Estuvo, durante 2 años, en la Escuela del Banco Central y cuando cerró, trabajó en el Centro de Arte para el montaje de Yerma. “Era mi primer montaje profesional, con gente como Marina Salvarezza y Schubert Ganchozo. En Arteamérica hacía de todo, hasta llamaba a los medios: fue una escuela del quehacer teatral”.

Más adelante, ingresó al mundo de la radio infantil. Locutó y fue durante 3 años el Hada de los Sueños. “El programa era de tarde y nos sumergíamos en un universo de duendes y reinos mágicos”. Pero necesitaba hacer teatro; ganó una beca en el Centro de Investigación Teatral de Buenos Aires. “Vi otra forma de hacer las cosas, tuve confianza en que lo que hacía iba por buen camino”.

Dio clases en el Colegio Alemán de Guayaquil durante años, y se ha vinculado a la producción de obras como Soufflé de rosas (de Cristian Cortez), con María Fernanda Gutiérrez y María Sacoto. Inquieta como siempre, engrosó los colectivos Fantoche e Impro, y trabajó con Ángela Arboleda y Raymundo Zambrano en narración oral; recorrió Argentina, Chile y Perú, donde asistió a funciones de Pataclown y conoció a Wendy Guerra, de la institución Bola Roja, a quien invitó al país. “Después de una operación a corazón abierto, me recomendaron que no me estresara y tuviera una vida sedentaria, pero es lo que menos he hecho”, se eleva su carcajada haciendo un tajo en la tarde calurosa. A veces quiere domar el manglar de sus rizos con un pañolón; otras en cambio, se coloca las antenas para comprometerse con su personaje.

“Primero fui Benzoparegórico B1 (la denominación de un complejo para el hígado); pero el nombre era muy largo y difícil de pronunciar para los niños así que ahora soy la Doctora Risitas B1 y Juan Carlos es el Dr. Catéter a la vena”, y otra vez la carcajada. Ha recibido a Patch Adams las 3 veces que ha estado en Ecuador. Su momento preferido es aquel en que las risas se desprenden de los rostros infantiles y se elevan como globos de helio para desperdigarse, a la altura del tumbado, por todas las salas del Hospital Francisco de Ycaza Bustamante (antes han estado en el León Becerra).

Con un mohín de impaciencia los pequeños aguardan a sus visitas, cuyos gestos hacen más eficaces sus bromas. “Aquí prima el deseo de dar la mano; agradezco a todas las instituciones y personas que han apoyado esta labor”. Sueña con levantar una casaclown y un clownsultorio; “recibiría a la gente con preguntas como ¿con qué pie se levantó hoy, señora?”Mientras, las risas de esos niños le llegan a los oídos y se esparcen por todos los rincones de su espíritu.

Nota y foto tomada de http://www.telegrafo.com.ec/

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